AGUADA, SANTANDER, COLOMBIA
PROVINCIA DE VELEZ
HISTORIA
Fecha de fundación: 05 de marzo de 2009
Nombre de los fundadores: Padre Manuel Nicolás Roel y
Velasco
RESEÑA
HISTÓRICA:
POBLAMIENTO PREHISPÁNICO: PERIODO YARIGUIES.
El territorio del actual
municipio de AGUADA tuvo como primeros moradores a los indígenas Yarigûies,
quienes se asentaron y organizaron en la región comprendida entre los ríos
Sogamoso y Opón, hasta las márgenes del Magdalena. Entre las tribus más importantes
de los indígenas Yarigûíes menciona el historiador Rivet1 las siguientes: Los
Tocoporos, ubicados cerca de la provincia de Guane; los Topoyos, los
Chiracotas, los Arayas, que ocupaban posiblemente la hoya del río Araguas,
tributario de derecha del alto Opón; los Guamacas, que moraban en la quebrada
del mismo nombre, afluente de izquierda del río Suárez, en su curso bajo, los
Tholomeos, junto con los dos anteriores, fueron los grupos que habitaron la
provincia de Vélez.
CARACTERÍSTICAS Y
COSTUMBRES: Los Yarigüies eran de apostura gallarda, piel blanca, además
franco, muy buena estampa, aseados en su persona, eran belicosos, agresivos e
irreductibles. Fray Pedro Simón2 anota en su obra que los indígenas Yarigûíes
tenían costumbres semejantes a las de los Indígenas Carares, e incluye entre
éstos a los Colimas, de los cuales eran sus antepasados. Por tal razón puede
afirmarse que los modos de vida anotados para los Muzos y Colimas eran también
propios de aquellas poblaciones.
JERARQUIA: El cacique
principal de los Indígenas Yarigûíes en 1583 era Suamacá, quien tenía fama por
la destreza con que manejaba el arco y las flechas. El jefe de las Guamacás se
llamaba Beto. Escribe Fray Simón, que los Indígenas vivían en constante estado
de guerra con las demás parcialidades que formaban la tribu, como los Guamacás,
Tholomeos, Arayas y Topoyos: “.. Que aunque diferentes en nombres y voluntades,
traían antiguas, perpetuas y sangrientas guerras civiles entre ellos a causa de
haberse usurpado unos a otros algunas tierras de labor y pesquerías, eran de
una nación, traje, costumbres ARMAS: Como recursos bélicos de estos Indígenas
se mencionan el arco, la flecha envenenada y la macana, “que es una como espada
hecha de madera de palma silvestre, muy dura, y usan de ella como los españoles
de la espada y del montante”.
VIVIENDA: Las viviendas
estaban construidas en forma de fortaleza dispuestas para la guerra,
distribuidas en dos cuerpos, el primero hacia de fachada externa en techos y
paredes pajizos los cuales tenían troneras, con muchas puertas estrechas, sin
correspondencia; entre esta fachada y la casa se formaba un estrecho callejón,
El que entraba por la puerta y no sabía su correspondencia, se hallaba confuso.
La Casa al interior estaba construida con grandes paredones, compuestos de
maderos muy elevados, entretejidos en ellos otros menores, ligados con sogas de
esparto, que formaban un grueso muro. Había dentro de la casa almacenes de
armas y bastimentos, y en algunas partes de ellas minas debajo de tierra, muy
profundas, que tenían su correspondencia en larga distancia. Fray Simón,
menciona la zona de Paica como el último término de la provincia de los
Yarigûíes, en donde existía un alto peñón, en el cual tenían una casa fuerte,
de más de cuatrocientos pies de largo, construida con gruesos maderos, rodeada
de una ancha y extendida barbacana para impedir su incendio por parte de los
pueblos enemigos COMERCIO: Salían con frecuencias a la provincia de los
Indígenas Guanes, para obtener sal, de que carecían por completo en su
territorio.
DESCUBRIMIENTO Y COLONIZACION DEL TERRITORIO
La historia del municipio de
Aguada se remonta al paso de la expedición descubridora de Don Gonzalo Jiménez
de Quesada, de 1536 a 1538 en su camino de entrada al territorio de los Muiscas
desde las selvas del río Opón. Dice el historiador que: “Desde el pueblo de
Barbacoas, arriba de Tona (hoy Barrancaberneja) Jiménez de Quezada ordenó a los
capitanes Antonio de Lebrija, Juan de Céspedes y su Alférez Antón de Olalla,
que se adelantarán para inspeccionar la región”. La primitiva expedición
española “ transpuso las selvas del Opón, las serranías del Atún y llegaron a
un valle situado entre el nacimiento de la quebrada que aún hoy se llama del
Alférez real por haberlo descubierto Olalla, y corre hacia el oriente en busca
del Río Suárez y La quebrada de “Don Martín Ropero” que recuerda al soldado de
artillería de la misma expedición que tal nombre llevaba, la expedición
descansando en el valle mientras una comisión regresaba a dar cuenta a Jiménez
de Quesada. (Testificación de Francisco Maldonado de Mendoza para Hoja de
servicio de Antón de Olalla. Archivo de Indias, Santa Re, Legajo 2). En la
primera semana de Marzo de 1537 los expedicionarios, habiendo subido por la
quebrada Quiratá, trasbordaron la cordillera por el “Boquete de Don Jaime” para
caer a Chipatá donde el padre Domingo de las Casas O.P. celebró el Santo
Sacrificio de la Misa. Siendo la primera vez que acto tan sagrado tuvo lugar en
la altiplanicie andina. El sitio según las mayores probabilidades queda a dos
kilómetros al sur de Chipata viejo en la colina de Agatá. En “Boletín de
Historia y Antigüedades” (Bogotá enero – febrero – marzo de 1957) se publicó un
escrito de Julio Febres Cordero, titulado “Notas sobre Fray Pedro Simón”, con
un “Croquis de jornada hasta Bogotá, de Jiménez de Quesada”. Según este
escrito, la expedición española torció por detrás de la Sierra de los Lloriquies
hasta llegar a “la Grita” para volver por Simacota y Vélez y seguir a la
conquista de Bacatá. Jiménez de Quesada “halló en este territorio unas
esmeraldas de poco valor, y algún oro fino”, (Simón I, 242) y El 20 de enero de
1540 (según narra el historiador Fernández de Piedraita). Salió Martín Galeano,
fundador de Veléz a la conquista de los Guanes. Por el lado oriental de la
cordillera de Suaita avanzó por Charalá hasta Guane, dominando a su paso a los
caciques Guanentá, Bucaregua y Cacher, volviendo luego hacía Vélez por Sicotá
(o Simacota). Cotisco, Caraota, Valles de Sancoteo y Usamata (ósea hoy Chima,
Contratación, Valle y mesetas de El Olvido, San Joaquín y San Martín, hoy
veredas de La Aguada). En la Descripción de la ciudad de Tunja del año de 1610,
se hace mención de los indígenas Yarigüies como una de las tribus que estaban
alzadas contra los españoles, y lucharon hasta el punto de haber preferido la
muerte a la pérdida de la libertad. “Todo este reino en general tiene dos
guerras, una a la parte del Norte con los Indígenas que llaman Yariguiés, que
salen al río grande de la Magdalena a ofender a los pasajeros.... y ofenden
también las haciendas y repartimientos de los Indígenas... principalmente a la
ciudad de Velez, con daños y muerte de todo género de gente”. Fue este el grupo
que, aliado con los indígenas Carares, interrumpió durante largo tiempo la vía
principal que comunicaba en aquel tiempo la capital del virreinato con las
provincias de occidente y que era la ruta para salir al Magdalena. Combatían
las embarcaciones españolas en el recorrido del trayecto comprendido entre la
desembocadura del Carare hasta Simití. También hacía asaltos en las zonas de
Guane y Simacota, y por el sur se acercaban a veces hasta las goteras de Vélez,
Chipatá y Guabatá. Fernández de Piedrahita (capítulos I, II, del libro VII de
su historia) cuenta que los indígenas abandonaron sus pueblos y se retiraban a
las cuevas3 que tiene la Singla, de altas y dificultosas subidas para hacer
frente desde allí a los invasores. Allí morirían muchos y junto con los muertos
de la guerra, los enterrarían en las mismas cuevas, donde hoy aparecen sus
restos sus restos a flor de tierra, desenterrados por los codiciosos de
tesoros. 3.
LEYENDAS DE LA CONQUISTA
Las leyendas cuenta que“ en
el municipio de Aguada existieron dos grandes Caciques, de los cuales se dice:
En la primera semana del mes de diciembre de 1536 los expedicionarios
españoles, habiendo cruzado el valle del Alférez real, llegarón a una colina
denominada Alto de la Cruz, donde el padre Fray Domingo de las Casas O.P.
señaló con una cruz de madera el lugar, donde visualizaron en caserío indígena
llamado Guadata – A (que traduce Estrella del Oriente, ya que la tribu adoraba
al sol). Los españoles bajaron al caserío Guadata- A, donde habitaba el cacique
el Gran Roel e incendiaron sus viviendas, al cerciorarse de esto el cacique se
refugia con su familia en una cueva denominada hoy la cueva del Gran Roel. El
nombre de la quebrada del alférez Real, se originó cuando los españoles
llegaron al Valle y encontraron en este sitio una tribu dirigida por el Cacique
Gran Cuchis, (hoy sector de la vereda San Antonio), el cual tenia una hija. El
Alférez Antón de Olalla miembro de la expedición española, estaba totalmente
admirado de la belleza de la princesa. Al cerciorarse la princesa que su tribu
estaba totalmente dominada por los españoles, que estos abusaban sexualmente de
las mujeres, buscó la forma de comunicarse con el Alférez, para que se bañaran
en el río, el cual era caudaloso; ya que era una tradición purificarse antes de
realizar el acto sexual. Una vez logrado este propósito lo invitó a la quebrada
para purificarse y para vengarse de lo que habían hecho a su tribu, le dio un
abrazo fraternal y se lanzo a la quebrada donde murieron el alférez y la
princesa indígena. A raíz de este acontecimiento el Cacique Gran Cuchis, huyó
con gran parte de su familia a una cueva denominada hoy la Catedral, donde se
refugiaron hasta morir de hambre antes de someterse al dominio español”.
ERECCIÓN PARROQUIAL
El proceso de erección de la
parroquia de Aguada, data del siglo XVII. El territorio de la parroquia de La
Aguada era sede de estancias entregadas por merced a vecinos de la ciudad de
Vélez. Los nombres colonos don Francisco Domínguez de Ariza y de don Pablo
Fernández de Ugarte aparecen en dicho siglo ligados a estancias localizadas en
los sitios de Guancurí, La Aguada, Loreto, El Olvido y Valle del Alférez Real
(Antón de Olalla). El capitán Miguel Agudelo poseyó en las primeras décadas del
siglo XVIII, algunas estancias que legó a sus hijos, representando el proceso
general de apropiación de tierras por el vecindario Veleño en la jurisdicción
de las quebradas de Martín Ropero y del Alférez Real. El asentamiento de un
significativo número de familias de colonos en estos sitios durante el siglo
XVIII, con la aquiescencia del Cura Doctrinero de San Benito, que era el centro
de la evangelización de la comarca, construyó una capilla bajo la advocación de
Nuestra Señora de Loreto en el sitio donde hoy se asienta el Pueblo. El
arzobispo Jiménez de Azúa desagregó en 1.749 doscientos feligreses de Vélez, habitantes
de los sitios de Loreto y El Olvido, para elevar la capilla a la categoría de
parroquia independiente, intención que se realizaría en 1753, pero de efímera
existencia porque el feligresado fue pronto agregado a la parroquia de San
Benito Abad. La calidad del sitio de Las Aguadas, que es el nombre con que en
Santander se designa a los manantiales de agua, hizo que un párroco de San
Benito el padre Manuel Nicolás Roel y Velasco se propusiera desde 1.766 el
traslado de su sede parroquial a este sitio de su feligresado, quizás porque
allí era donde se estaban concentrado mayoritariamente por algún proyecto
colonizador de las selvas del Opón. Se Sabe que de inmediato puso manos a la
obra, trazando las cuadras de la nueva sede parroquial e iniciando la edificación
de su nueva iglesia mientras su hermano Ignacio averiguaba el procedimiento
para legalizar ante el Arzobispado de Santafé el traslado. Este obtuvo del
provisor general el 9 de enero de 1.766 la licencia para que el padre Roel
pudiese bendecir la capilla que había empezado a ser construida en La Aguada.
Este proceso sólo se inició el 17 de julio de 1.774, cuando un grupo de 52
feligreses de San Benito Abad otorgó un poder a Bernardo de Acuña para que los
representase ante el provisor del Arzobispo y solicitara la licencia para
edificar la nueva iglesia en el sitio de La Aguada, “que esta en la mitad de la
feligresía (de San Benito)”, trasladando allí la sede parroquial. Los ocho
hijos de Luis Quiroga fueron los donantes del terreno donde se realizó en nuevo
trazado parroquial en cuadras a beneficio de la Virgen de la Piedra, patrona de
la parroquia de San Benito. De inmediato el apoderado Bernardo de Acuña, vecino
de Vélez y feligrés de la parroquia de San Benito, solicitó al alcalde
partidario Martínez Moreno que recibiese las declaraciones de los testigos que
presentaría ante él para probar que: a). El asiento de la parroquia de San
Benito tenía muchas incomodidades: carencias del aguadas para el abasto del
líquido, escasez de mantenimientos y de tierras para edificar las casas, así
como de maderas adecuadas. Además de ello, la iglesia parroquial presentaba
estado de ruina. b). Por el contrario, el sitio de la Aguada, “en donde
antiguamente había una capilla” atendida por el cura que había administrado la
parroquia extinguida de Loreto, tenía “una situación muy amena y apacible
temperamento, sano y aparente para la conservación de la salud, y de las
comodidades que ofrece para el establecimiento y aumento de un lugar, como son
las aguadas permanentes, y a la mano muchas y buenas maderas..... Tierra muy
fértil, fructífera y abundante”. En ese momento se contaron 326 familias
vecinas de la parroquia de San Benito trasladada al sitio de la Aguada, de las
cuales sólo 80 estaban asentadas en la margen derecha de la quebrada Ropero,
contiguas al sitio de San Benito, mientras que el resto tenía sus tierras de
labor del lado contrario, es decir, hacia el territorio cercano al sitio de Las
Aguadas. Las trece cuadras de tierra para el trazo urbano que se hizo en el
sitio de La Aguada fueron donadas el 20 de agosto de 1774 por los siete
hermanos Juan Paulino, Victorino, Antonia, Miguel, Agustina, Pedro Juan y
Matias Quiroga, herederos de los ocho y media estancias de monte y dos de pan y
ganado mayor que había poseído su padre Luis Quiroga en el sitio. El tamaño de
esta donación fue de 1.300 varas cuadradas. Recibidas las informaciones de
testigos, el propio cura Roel y Velasco representó el 28 de septiembre de
1.774, ante el provisor general del Arzobispado, su deseo de obtener la
licencia eclesiástica para “trasplantar” su sede parroquial de San Benito Abad
al otro lado de la quebrada El Ropero, en las cuadras del sitios de Las Aguadas
donadas por los hermanos Quirogas, el 7 de octubre siguiente se dio concepto favorable
en la curia Arquidiocesana y se remitió la petición de licencia del traslado
político al virrey Manuel de Guiror, quien por su función de vicepatrono real
de la Iglesia neogranadina tendría que confirmar la autorización Arquidiocesana.
En la Real Audiencia se dio visto bueno al traslado, pero como el fiscal
solicitó un informe del Cabildo de Vélez sobre el tema para prevenir
resistencias de algunas partes del vecindario, el virrey dictó un decreto el 24
de octubre siguiente encargando esa diligencia. Recibida la orden en el cabildo
veleño, se comisionó a don Nicolás Ignacio Calvo, regidor depositario general,
para que fuese a inspeccionar el sitio de San Benito e informarse sobre la
conveniencia del traslado parroquial de San Benito Abad. Este realizó la
diligencia, encontrando 19 casa edificadas junto a la plaza de La Aguada y 30
familias asentadas a corta distancia de ella, amén de unas 200 más en el
territorio de La Aguada. Vio que las principales haciendas pertenecían a don
Alejo Negrón, don Joaquín Camacho y don Manuel Gabino de Angulo, en las cuales
estaban asentadas unas 30 familias que podrían ser reasentadas cerca de la
plaza de La Aguada. Con este informe, el cabildo veleño envió el 19 de abril de
1775 al virrey su concepto aprobatorio. El fiscal de la Real Audiencia volvió a
considerar la petición del feligresado de San Benito el 19 de mayo de 1.775 y
viendo que era unánime, recomendó al virrey la aprobación del traslado. Así fue
como el virrey Guirior dictó el primero de junio siguiente un decreto, amparado
en las regalías que le concedió el Real Patronato, autorizando el traslado de
la sede parroquial de San Benito al sitio de La Aguada, con la condición de que
el feligresa do construyese iglesia, casa cural, cárcel y escuela de niños. La
real provisión dirigida al vecindario se despachó el 7 de junio de 1775. La
licencia dada por la curia Arquidiocesana para bendecir la iglesia de La
Aguada, que para entonces ya estaba bastante adelantada, le fue despachada al
padre Roel el 9 de enero de 1776. El traslado de la sede parroquial de San
Benito Abad al sitio de La Aguada no significó la destrucción de la iglesia del
primero de los sitios nombrados, porque el feligresa de la margen derecha de la
quebrada el Ropero se resistió a la demolición que intentó el cura Real,
argumentando que en tiempos de lluvias era necesaria por la dificultad
afrontada para ir a misa hasta La Aguada. Para ellos, el padre Roel era el
párroco de San Benito y La Aguada, con la cual mantuvieron viva la tradición de
iglesia en San Benito, fundamento de la futura recreación de San Benito como
sede parroquial. La edificación de la iglesia La Aguada sólo pudo terminarse a
comienzos del año de 1780, obligando al padre Roel a solicitar la renovación de
la licencia para bendecirla. Esta le fue concedida por el provisor del
Arzobispado el 14 de febrero de 1780 siendo su nueva patrona la Virgen del
Rosario de Chiquinquirá y el otro patrón escogido fue San Isidro.
CREACIÓN DEL MUNICIPIO
La Aguada fue adscrita al
cantón de Vélez en la provincia de su mismo nombre. A partir de 1.870 se la
clasificó como parroquia y adquirió la condición de municipio en el
ordenamiento político – administrativo de 1.887 En 1.890 la ordenanza 16 le
segregó a su distrito municipal el territorio de los sitios de Opón, Cachipay,
Aguablanca y Palmar, los cuales pasaron a la jurisdicción de la Paz, quebrando
como límite entre estos dos municipios el río Oponcito desde su nacimiento
hasta su confluencia en el de Quiratá. Cuatro años más tarde el prefecto de
Vélez informó que la población de este municipio ya había llegado a tres mil
habitantes. La ordenanza 37 del 2 de junio de 1944 creó el territorio municipal
de La Aguada, con dos inspecciones departamentales de policía: Santa Rita y
Guacamayo, las cuales desmembradas de Aguada para erigirse en distrito
municipal independiente en 1956. 6. LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS (octubre 18 de
1899 a noviembre 21 de 1902) Durante esta guerra, la más larga de las muchas
guerras civiles de Colombia, en municipio de Aguada, tuvo que sufrir graves
consecuencias: ocupada la primera vez por el batallón llamado “ de los
Marines”, se le impusieron humillantes y fuertes contribuciones, otras fuerzas
rebeldes procedentes de Suaita, ocuparon el pueblo una segunda vez el pueblo y
la biblioteca del General Isaías Acuña5 oriundo de Aguada, fue destrozada a
sable.
GEOGRAFÍA
Descripción Física:
Poblado ubicado en medio de
las ariscas breñas santandereanas, con paredes blanquecinas y tejados bermejos.
Una verde jungla sirvió de escenario para su bautizo en homenaje a los
manantiales que surten esta tierra de artesanos. Terraza, desde donde se ve la
magnificencia de otros compendios como Suaita, Gámbita, San José de Suaita, San
José de Pare, Barbosa, Vélez, Puente Nacional, Barrancabermeja, Santana,
Guadalupe, San Benito, Guepsa, Cerro de armas en Cimitarra, Santa Helena y La
Paz.
LÍMITES
DEL MUNICIPIO:
Por el Norte:
Municipio El Guacamayo
Por el Sur:
Municipio de San Benito
Por el Oriente:
Municipio de Suaita
Por el Occidente: Municipio de La Paz Santander
Extensión total: 75.7548 Km2
Extensión área urbana: 0.0458 Km2
Extensión área rural: 75.70 Km2
Altitud de la cabecera municipal (metros sobre el nivel
del mar): 1700
Temperatura media: 19°Cº C
Distancia de referencia: A 41 Km de Barbosa Santander
ECONOMÍA
La economía del municipio,
esta soportada por los ingresos provenientes de las actividades agrícolas
desarrolladas en una extensión de 476.85 hectáreas equivalente al 6.30% y las
actividades pecuarias en un área de 1016 Hectáreas que corresponde al 13.5%. Se
destaca en la producción agrícola la caña panelera, el maíz, fríjol, yuca,
café, arveja, y aracacha, como sus principales cultivos y en la producción
ganadero las especies más representativas corresponden al ganado bovino de
doble propósito (leche y carne), la avicultura (huevos), la cría y engorde de
cerdos, la piscicultura como actividad emergente y la tenencia de equinos con
propósitos de carga o transporte de productos agrícolas y ayuda para las
actividades productivas. Las demás áreas del Municipio están destinadas a
rastrojos, pajonales, bosques naturales, y bosques secundarios. En el área
urbana, la participación económica está representada a través de los servicios
sociales y la prestación de los servicios públicos, lo mismo que la actividad
comercial, conformando la estructura económica urbana la cual se encuentra
asentadas en 4.58hectáreas de terreno.
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