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jueves, 13 de septiembre de 2012

AGUADA, SANTANDER, COLOMBIA
PROVINCIA DE VELEZ


HISTORIA 

Fecha de fundación: 05 de marzo de 2009
Nombre de los fundadores: Padre Manuel Nicolás Roel y Velasco

RESEÑA HISTÓRICA:

POBLAMIENTO PREHISPÁNICO: PERIODO YARIGUIES.
El territorio del actual municipio de AGUADA tuvo como primeros moradores a los indígenas Yarigûies, quienes se asentaron y organizaron en la región comprendida entre los ríos Sogamoso y Opón, hasta las márgenes del Magdalena. Entre las tribus más importantes de los indígenas Yarigûíes menciona el historiador Rivet1 las siguientes: Los Tocoporos, ubicados cerca de la provincia de Guane; los Topoyos, los Chiracotas, los Arayas, que ocupaban posiblemente la hoya del río Araguas, tributario de derecha del alto Opón; los Guamacas, que moraban en la quebrada del mismo nombre, afluente de izquierda del río Suárez, en su curso bajo, los Tholomeos, junto con los dos anteriores, fueron los grupos que habitaron la provincia de Vélez.
CARACTERÍSTICAS Y COSTUMBRES: Los Yarigüies eran de apostura gallarda, piel blanca, además franco, muy buena estampa, aseados en su persona, eran belicosos, agresivos e irreductibles. Fray Pedro Simón2 anota en su obra que los indígenas Yarigûíes tenían costumbres semejantes a las de los Indígenas Carares, e incluye entre éstos a los Colimas, de los cuales eran sus antepasados. Por tal razón puede afirmarse que los modos de vida anotados para los Muzos y Colimas eran también propios de aquellas poblaciones.
JERARQUIA: El cacique principal de los Indígenas Yarigûíes en 1583 era Suamacá, quien tenía fama por la destreza con que manejaba el arco y las flechas. El jefe de las Guamacás se llamaba Beto. Escribe Fray Simón, que los Indígenas vivían en constante estado de guerra con las demás parcialidades que formaban la tribu, como los Guamacás, Tholomeos, Arayas y Topoyos: “.. Que aunque diferentes en nombres y voluntades, traían antiguas, perpetuas y sangrientas guerras civiles entre ellos a causa de haberse usurpado unos a otros algunas tierras de labor y pesquerías, eran de una nación, traje, costumbres ARMAS: Como recursos bélicos de estos Indígenas se mencionan el arco, la flecha envenenada y la macana, “que es una como espada hecha de madera de palma silvestre, muy dura, y usan de ella como los españoles de la espada y del montante”.
VIVIENDA: Las viviendas estaban construidas en forma de fortaleza dispuestas para la guerra, distribuidas en dos cuerpos, el primero hacia de fachada externa en techos y paredes pajizos los cuales tenían troneras, con muchas puertas estrechas, sin correspondencia; entre esta fachada y la casa se formaba un estrecho callejón, El que entraba por la puerta y no sabía su correspondencia, se hallaba confuso. La Casa al interior estaba construida con grandes paredones, compuestos de maderos muy elevados, entretejidos en ellos otros menores, ligados con sogas de esparto, que formaban un grueso muro. Había dentro de la casa almacenes de armas y bastimentos, y en algunas partes de ellas minas debajo de tierra, muy profundas, que tenían su correspondencia en larga distancia. Fray Simón, menciona la zona de Paica como el último término de la provincia de los Yarigûíes, en donde existía un alto peñón, en el cual tenían una casa fuerte, de más de cuatrocientos pies de largo, construida con gruesos maderos, rodeada de una ancha y extendida barbacana para impedir su incendio por parte de los pueblos enemigos COMERCIO: Salían con frecuencias a la provincia de los Indígenas Guanes, para obtener sal, de que carecían por completo en su territorio.
DESCUBRIMIENTO Y COLONIZACION DEL TERRITORIO
La historia del municipio de Aguada se remonta al paso de la expedición descubridora de Don Gonzalo Jiménez de Quesada, de 1536 a 1538 en su camino de entrada al territorio de los Muiscas desde las selvas del río Opón. Dice el historiador que: “Desde el pueblo de Barbacoas, arriba de Tona (hoy Barrancaberneja) Jiménez de Quezada ordenó a los capitanes Antonio de Lebrija, Juan de Céspedes y su Alférez Antón de Olalla, que se adelantarán para inspeccionar la región”. La primitiva expedición española “ transpuso las selvas del Opón, las serranías del Atún y llegaron a un valle situado entre el nacimiento de la quebrada que aún hoy se llama del Alférez real por haberlo descubierto Olalla, y corre hacia el oriente en busca del Río Suárez y La quebrada de “Don Martín Ropero” que recuerda al soldado de artillería de la misma expedición que tal nombre llevaba, la expedición descansando en el valle mientras una comisión regresaba a dar cuenta a Jiménez de Quesada. (Testificación de Francisco Maldonado de Mendoza para Hoja de servicio de Antón de Olalla. Archivo de Indias, Santa Re, Legajo 2). En la primera semana de Marzo de 1537 los expedicionarios, habiendo subido por la quebrada Quiratá, trasbordaron la cordillera por el “Boquete de Don Jaime” para caer a Chipatá donde el padre Domingo de las Casas O.P. celebró el Santo Sacrificio de la Misa. Siendo la primera vez que acto tan sagrado tuvo lugar en la altiplanicie andina. El sitio según las mayores probabilidades queda a dos kilómetros al sur de Chipata viejo en la colina de Agatá. En “Boletín de Historia y Antigüedades” (Bogotá enero – febrero – marzo de 1957) se publicó un escrito de Julio Febres Cordero, titulado “Notas sobre Fray Pedro Simón”, con un “Croquis de jornada hasta Bogotá, de Jiménez de Quesada”. Según este escrito, la expedición española torció por detrás de la Sierra de los Lloriquies hasta llegar a “la Grita” para volver por Simacota y Vélez y seguir a la conquista de Bacatá. Jiménez de Quesada “halló en este territorio unas esmeraldas de poco valor, y algún oro fino”, (Simón I, 242) y El 20 de enero de 1540 (según narra el historiador Fernández de Piedraita). Salió Martín Galeano, fundador de Veléz a la conquista de los Guanes. Por el lado oriental de la cordillera de Suaita avanzó por Charalá hasta Guane, dominando a su paso a los caciques Guanentá, Bucaregua y Cacher, volviendo luego hacía Vélez por Sicotá (o Simacota). Cotisco, Caraota, Valles de Sancoteo y Usamata (ósea hoy Chima, Contratación, Valle y mesetas de El Olvido, San Joaquín y San Martín, hoy veredas de La Aguada). En la Descripción de la ciudad de Tunja del año de 1610, se hace mención de los indígenas Yarigüies como una de las tribus que estaban alzadas contra los españoles, y lucharon hasta el punto de haber preferido la muerte a la pérdida de la libertad. “Todo este reino en general tiene dos guerras, una a la parte del Norte con los Indígenas que llaman Yariguiés, que salen al río grande de la Magdalena a ofender a los pasajeros.... y ofenden también las haciendas y repartimientos de los Indígenas... principalmente a la ciudad de Velez, con daños y muerte de todo género de gente”. Fue este el grupo que, aliado con los indígenas Carares, interrumpió durante largo tiempo la vía principal que comunicaba en aquel tiempo la capital del virreinato con las provincias de occidente y que era la ruta para salir al Magdalena. Combatían las embarcaciones españolas en el recorrido del trayecto comprendido entre la desembocadura del Carare hasta Simití. También hacía asaltos en las zonas de Guane y Simacota, y por el sur se acercaban a veces hasta las goteras de Vélez, Chipatá y Guabatá. Fernández de Piedrahita (capítulos I, II, del libro VII de su historia) cuenta que los indígenas abandonaron sus pueblos y se retiraban a las cuevas3 que tiene la Singla, de altas y dificultosas subidas para hacer frente desde allí a los invasores. Allí morirían muchos y junto con los muertos de la guerra, los enterrarían en las mismas cuevas, donde hoy aparecen sus restos sus restos a flor de tierra, desenterrados por los codiciosos de tesoros. 3.
LEYENDAS DE LA CONQUISTA

Las leyendas cuenta que“ en el municipio de Aguada existieron dos grandes Caciques, de los cuales se dice: En la primera semana del mes de diciembre de 1536 los expedicionarios españoles, habiendo cruzado el valle del Alférez real, llegarón a una colina denominada Alto de la Cruz, donde el padre Fray Domingo de las Casas O.P. señaló con una cruz de madera el lugar, donde visualizaron en caserío indígena llamado Guadata – A (que traduce Estrella del Oriente, ya que la tribu adoraba al sol). Los españoles bajaron al caserío Guadata- A, donde habitaba el cacique el Gran Roel e incendiaron sus viviendas, al cerciorarse de esto el cacique se refugia con su familia en una cueva denominada hoy la cueva del Gran Roel. El nombre de la quebrada del alférez Real, se originó cuando los españoles llegaron al Valle y encontraron en este sitio una tribu dirigida por el Cacique Gran Cuchis, (hoy sector de la vereda San Antonio), el cual tenia una hija. El Alférez Antón de Olalla miembro de la expedición española, estaba totalmente admirado de la belleza de la princesa. Al cerciorarse la princesa que su tribu estaba totalmente dominada por los españoles, que estos abusaban sexualmente de las mujeres, buscó la forma de comunicarse con el Alférez, para que se bañaran en el río, el cual era caudaloso; ya que era una tradición purificarse antes de realizar el acto sexual. Una vez logrado este propósito lo invitó a la quebrada para purificarse y para vengarse de lo que habían hecho a su tribu, le dio un abrazo fraternal y se lanzo a la quebrada donde murieron el alférez y la princesa indígena. A raíz de este acontecimiento el Cacique Gran Cuchis, huyó con gran parte de su familia a una cueva denominada hoy la Catedral, donde se refugiaron hasta morir de hambre antes de someterse al dominio español”.
ERECCIÓN PARROQUIAL
El proceso de erección de la parroquia de Aguada, data del siglo XVII. El territorio de la parroquia de La Aguada era sede de estancias entregadas por merced a vecinos de la ciudad de Vélez. Los nombres colonos don Francisco Domínguez de Ariza y de don Pablo Fernández de Ugarte aparecen en dicho siglo ligados a estancias localizadas en los sitios de Guancurí, La Aguada, Loreto, El Olvido y Valle del Alférez Real (Antón de Olalla). El capitán Miguel Agudelo poseyó en las primeras décadas del siglo XVIII, algunas estancias que legó a sus hijos, representando el proceso general de apropiación de tierras por el vecindario Veleño en la jurisdicción de las quebradas de Martín Ropero y del Alférez Real. El asentamiento de un significativo número de familias de colonos en estos sitios durante el siglo XVIII, con la aquiescencia del Cura Doctrinero de San Benito, que era el centro de la evangelización de la comarca, construyó una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto en el sitio donde hoy se asienta el Pueblo. El arzobispo Jiménez de Azúa desagregó en 1.749 doscientos feligreses de Vélez, habitantes de los sitios de Loreto y El Olvido, para elevar la capilla a la categoría de parroquia independiente, intención que se realizaría en 1753, pero de efímera existencia porque el feligresado fue pronto agregado a la parroquia de San Benito Abad. La calidad del sitio de Las Aguadas, que es el nombre con que en Santander se designa a los manantiales de agua, hizo que un párroco de San Benito el padre Manuel Nicolás Roel y Velasco se propusiera desde 1.766 el traslado de su sede parroquial a este sitio de su feligresado, quizás porque allí era donde se estaban concentrado mayoritariamente por algún proyecto colonizador de las selvas del Opón. Se Sabe que de inmediato puso manos a la obra, trazando las cuadras de la nueva sede parroquial e iniciando la edificación de su nueva iglesia mientras su hermano Ignacio averiguaba el procedimiento para legalizar ante el Arzobispado de Santafé el traslado. Este obtuvo del provisor general el 9 de enero de 1.766 la licencia para que el padre Roel pudiese bendecir la capilla que había empezado a ser construida en La Aguada. Este proceso sólo se inició el 17 de julio de 1.774, cuando un grupo de 52 feligreses de San Benito Abad otorgó un poder a Bernardo de Acuña para que los representase ante el provisor del Arzobispo y solicitara la licencia para edificar la nueva iglesia en el sitio de La Aguada, “que esta en la mitad de la feligresía (de San Benito)”, trasladando allí la sede parroquial. Los ocho hijos de Luis Quiroga fueron los donantes del terreno donde se realizó en nuevo trazado parroquial en cuadras a beneficio de la Virgen de la Piedra, patrona de la parroquia de San Benito. De inmediato el apoderado Bernardo de Acuña, vecino de Vélez y feligrés de la parroquia de San Benito, solicitó al alcalde partidario Martínez Moreno que recibiese las declaraciones de los testigos que presentaría ante él para probar que: a). El asiento de la parroquia de San Benito tenía muchas incomodidades: carencias del aguadas para el abasto del líquido, escasez de mantenimientos y de tierras para edificar las casas, así como de maderas adecuadas. Además de ello, la iglesia parroquial presentaba estado de ruina. b). Por el contrario, el sitio de la Aguada, “en donde antiguamente había una capilla” atendida por el cura que había administrado la parroquia extinguida de Loreto, tenía “una situación muy amena y apacible temperamento, sano y aparente para la conservación de la salud, y de las comodidades que ofrece para el establecimiento y aumento de un lugar, como son las aguadas permanentes, y a la mano muchas y buenas maderas..... Tierra muy fértil, fructífera y abundante”. En ese momento se contaron 326 familias vecinas de la parroquia de San Benito trasladada al sitio de la Aguada, de las cuales sólo 80 estaban asentadas en la margen derecha de la quebrada Ropero, contiguas al sitio de San Benito, mientras que el resto tenía sus tierras de labor del lado contrario, es decir, hacia el territorio cercano al sitio de Las Aguadas. Las trece cuadras de tierra para el trazo urbano que se hizo en el sitio de La Aguada fueron donadas el 20 de agosto de 1774 por los siete hermanos Juan Paulino, Victorino, Antonia, Miguel, Agustina, Pedro Juan y Matias Quiroga, herederos de los ocho y media estancias de monte y dos de pan y ganado mayor que había poseído su padre Luis Quiroga en el sitio. El tamaño de esta donación fue de 1.300 varas cuadradas. Recibidas las informaciones de testigos, el propio cura Roel y Velasco representó el 28 de septiembre de 1.774, ante el provisor general del Arzobispado, su deseo de obtener la licencia eclesiástica para “trasplantar” su sede parroquial de San Benito Abad al otro lado de la quebrada El Ropero, en las cuadras del sitios de Las Aguadas donadas por los hermanos Quirogas, el 7 de octubre siguiente se dio concepto favorable en la curia Arquidiocesana y se remitió la petición de licencia del traslado político al virrey Manuel de Guiror, quien por su función de vicepatrono real de la Iglesia neogranadina tendría que confirmar la autorización Arquidiocesana. En la Real Audiencia se dio visto bueno al traslado, pero como el fiscal solicitó un informe del Cabildo de Vélez sobre el tema para prevenir resistencias de algunas partes del vecindario, el virrey dictó un decreto el 24 de octubre siguiente encargando esa diligencia. Recibida la orden en el cabildo veleño, se comisionó a don Nicolás Ignacio Calvo, regidor depositario general, para que fuese a inspeccionar el sitio de San Benito e informarse sobre la conveniencia del traslado parroquial de San Benito Abad. Este realizó la diligencia, encontrando 19 casa edificadas junto a la plaza de La Aguada y 30 familias asentadas a corta distancia de ella, amén de unas 200 más en el territorio de La Aguada. Vio que las principales haciendas pertenecían a don Alejo Negrón, don Joaquín Camacho y don Manuel Gabino de Angulo, en las cuales estaban asentadas unas 30 familias que podrían ser reasentadas cerca de la plaza de La Aguada. Con este informe, el cabildo veleño envió el 19 de abril de 1775 al virrey su concepto aprobatorio. El fiscal de la Real Audiencia volvió a considerar la petición del feligresado de San Benito el 19 de mayo de 1.775 y viendo que era unánime, recomendó al virrey la aprobación del traslado. Así fue como el virrey Guirior dictó el primero de junio siguiente un decreto, amparado en las regalías que le concedió el Real Patronato, autorizando el traslado de la sede parroquial de San Benito al sitio de La Aguada, con la condición de que el feligresa do construyese iglesia, casa cural, cárcel y escuela de niños. La real provisión dirigida al vecindario se despachó el 7 de junio de 1775. La licencia dada por la curia Arquidiocesana para bendecir la iglesia de La Aguada, que para entonces ya estaba bastante adelantada, le fue despachada al padre Roel el 9 de enero de 1776. El traslado de la sede parroquial de San Benito Abad al sitio de La Aguada no significó la destrucción de la iglesia del primero de los sitios nombrados, porque el feligresa de la margen derecha de la quebrada el Ropero se resistió a la demolición que intentó el cura Real, argumentando que en tiempos de lluvias era necesaria por la dificultad afrontada para ir a misa hasta La Aguada. Para ellos, el padre Roel era el párroco de San Benito y La Aguada, con la cual mantuvieron viva la tradición de iglesia en San Benito, fundamento de la futura recreación de San Benito como sede parroquial. La edificación de la iglesia La Aguada sólo pudo terminarse a comienzos del año de 1780, obligando al padre Roel a solicitar la renovación de la licencia para bendecirla. Esta le fue concedida por el provisor del Arzobispado el 14 de febrero de 1780 siendo su nueva patrona la Virgen del Rosario de Chiquinquirá y el otro patrón escogido fue San Isidro.
CREACIÓN DEL MUNICIPIO
La Aguada fue adscrita al cantón de Vélez en la provincia de su mismo nombre. A partir de 1.870 se la clasificó como parroquia y adquirió la condición de municipio en el ordenamiento político – administrativo de 1.887 En 1.890 la ordenanza 16 le segregó a su distrito municipal el territorio de los sitios de Opón, Cachipay, Aguablanca y Palmar, los cuales pasaron a la jurisdicción de la Paz, quebrando como límite entre estos dos municipios el río Oponcito desde su nacimiento hasta su confluencia en el de Quiratá. Cuatro años más tarde el prefecto de Vélez informó que la población de este municipio ya había llegado a tres mil habitantes. La ordenanza 37 del 2 de junio de 1944 creó el territorio municipal de La Aguada, con dos inspecciones departamentales de policía: Santa Rita y Guacamayo, las cuales desmembradas de Aguada para erigirse en distrito municipal independiente en 1956. 6. LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS (octubre 18 de 1899 a noviembre 21 de 1902) Durante esta guerra, la más larga de las muchas guerras civiles de Colombia, en municipio de Aguada, tuvo que sufrir graves consecuencias: ocupada la primera vez por el batallón llamado “ de los Marines”, se le impusieron humillantes y fuertes contribuciones, otras fuerzas rebeldes procedentes de Suaita, ocuparon el pueblo una segunda vez el pueblo y la biblioteca del General Isaías Acuña5 oriundo de Aguada, fue destrozada a sable.

GEOGRAFÍA 

Descripción Física:
Poblado ubicado en medio de las ariscas breñas santandereanas, con paredes blanquecinas y tejados bermejos. Una verde jungla sirvió de escenario para su bautizo en homenaje a los manantiales que surten esta tierra de artesanos. Terraza, desde donde se ve la magnificencia de otros compendios como Suaita, Gámbita, San José de Suaita, San José de Pare, Barbosa, Vélez, Puente Nacional, Barrancabermeja, Santana, Guadalupe, San Benito, Guepsa, Cerro de armas en Cimitarra, Santa Helena y La Paz.

LÍMITES DEL MUNICIPIO:

Por el Norte:        Municipio El Guacamayo
Por el Sur:            Municipio de San Benito
Por el Oriente:     Municipio de Suaita
Por el Occidente: Municipio de La Paz Santander
Extensión total: 75.7548 Km2
Extensión área urbana: 0.0458 Km2
Extensión área rural: 75.70 Km2
Altitud de la cabecera municipal (metros sobre el nivel del mar): 1700
Temperatura media: 19°Cº C
Distancia de referencia: A 41 Km de Barbosa Santander

ECONOMÍA 

La economía del municipio, esta soportada por los ingresos provenientes de las actividades agrícolas desarrolladas en una extensión de 476.85 hectáreas equivalente al 6.30% y las actividades pecuarias en un área de 1016 Hectáreas que corresponde al 13.5%. Se destaca en la producción agrícola la caña panelera, el maíz, fríjol, yuca, café, arveja, y aracacha, como sus principales cultivos y en la producción ganadero las especies más representativas corresponden al ganado bovino de doble propósito (leche y carne), la avicultura (huevos), la cría y engorde de cerdos, la piscicultura como actividad emergente y la tenencia de equinos con propósitos de carga o transporte de productos agrícolas y ayuda para las actividades productivas. Las demás áreas del Municipio están destinadas a rastrojos, pajonales, bosques naturales, y bosques secundarios. En el área urbana, la participación económica está representada a través de los servicios sociales y la prestación de los servicios públicos, lo mismo que la actividad comercial, conformando la estructura económica urbana la cual se encuentra asentadas en 4.58hectáreas de terreno.

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